18
AGO
2021

Guedale Tenenbaum: el pintor de las letras en ídish, por su nieta, Anahí Guelman

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Anahí Guelman, nieta de Guedale Tenenbaum

Anahí Guelman, nieta de Guedale Tenenbaum

Mi abuelo, mi zeide Guedale, nació en Skidl, Polonia, en 1914, en el seno de una familia judía laica, tal vez una rareza para la época. Pero así fue. Sus padres fundaron la primera escuela judía laica del pueblo. Para eso trajeron a un maestro jovencito, de ideas populares y socialistas. Oí hablar mucho de ese maestro y de cómo sus ideas (igual que las de su papá) habían marcado a mi zeide. Escuché incontables relatos, y sobre todo recuerdo la emoción de Guedale cuando en 1980 se disponía a viajar a Europa para reencontrarse con su querido maestro Mirski; un plan que no pudo ser. Como afirma mi mamá, Lía, una semana antes de viajar, Guedale “murió de felicidad”.

Anahí y Guedale

Anahí y Guedale

Sabía, siempre había escuchado que, cuando era chico, en Polonia, a mi zeide le gustaba escaparse a disfrutar de la naturaleza y nadar en el río. A los 12 o 13 años se fue a estudiar a la escuela politécnica de Vilna, ciudad capital del ídish y el socialismo, pero además muy cercana a su pueblo Skidl. Ya en ese tiempo le gustaba mucho el dibujo, pero también la matemática. Durante la escuela secundaria se fue encontrando con las luchas estudiantiles y se volvió parte de ellas activando con entusiasmo.

Anahí y Nancy Guelman, hijas de Lía Tenenbaum, nietas de Guedale.

Anahí y Nancy Guelman, hijas de Lía Tenenbaum, nietas de Guedale.

A los 17 años cayó preso por esa militancia y su mamá logró rescatarlo de la prisión. Para preservarlo del clima hostil que ya se vivía a inicios de los años treinta, su madre lo mandó en un barco de carga hacia la Argentina, donde ya residía el padre de Guedale, que había llegado unos años antes en busca de una mejor situación económica.
aGuedaleAquí, en Buenos Aires, no tardó en involucrarse también con las causas populares. Trabajaba como tejedor y participaba en las luchas de su sindicato. Muy joven se casó con mi abuela, mi baba Dora y nacieron mi mamá, Lía, y mi tío Carlos. Cuenta mi mamá que alguna vez fue con mi abuela a rescatarlo de alguna otra detención. Escuché también que en alguna situación sindical o política, cuando tuvo que avisar que llegaba la policía, lo gritó en idish, en su lengua querida, la que le salió del alma. Resultado: nadie lo entendió, nadie se escapó, todos cayeron presos.

En la fila de arriba, Grinberg (Villa Lynch), Guedale Tenenbaum, Wolf Raizman, Jane Grinberg (sec. V. Lynch), Sansón Drucaroff.

En la fila de arriba, Grinberg (Villa Lynch), Guedale Tenenbaum, Wolf Raizman, Jane Grinberg (sec. V. Lynch), Sansón Drucaroff.

Cuenta también mi mamá que, a la noche, tarde, después de trabajar y de cenar, llegaba el tiempo del arte, de pintar y de pintar reescribiendo.
Antes de que el teatro IFT tuviera ese nombre y de que tuviera su edificio propio, empezó a colaborar realizando las escenografías de las obras de teatro. La cultura idishe, el humanismo, la lucha contra el nazismo y el fascismo, el arte popular al servicio de las causas justas, esas eran sus banderas. Entonces el teatro en idish, los escritores, la literatura, los pensadores y los compañeros como Pinie Katz y Wolf Raizman, se convirtieron en sus musas. Sus enormes micrografías, recitan la prosa con colores, hablan al mismo tiempo de obra y autor, de discurso y de rostros, de expresión; lo lejano y lo cercano parecen mágicos en esos cuadros.

 

Micrografía de Pinie Katz, por Guedale Tenenbaum (1941)

Micrografía de Pinie Katz, por Guedale Tenenbaum (1941). (Gentileza Anat Eitan).

El primero de esos cuadros fue con el rostro de Pinie Katz. Después vendrían Zhitlovsky, Peretz, Sholem Aleijem y hasta Sarmiento. Estos trabajos están en instituciones. Nunca quiso vender sus obras, para él el arte era público. No podía ser una inversión, un negocio o un disfrute privado, era para todos. Por eso los donaba a las instituciones del ICUF primero, a museos, a escuelas. Su ética expresaba su coherencia anticapitalista.

Sé también que fue parte de la delegación que viajó a ver el terreno de lo que después sería Zumerland para comprarlo. En el Peretz de Villa Lynch fue secretario de cultura y allí desplegó su arte, su trabajo, su ímpetu. Allí disfrutó de sus cuatro nietas: Anahí y Nancy Guelman y Karen y Erica Tenenbaum.
2aGuedale era pintor, artista, trabajador, pensador, crítico (se enojó con quienes en su tierra habían traicionado a sus ideales). Era militante, testarudo, ciclista de la vida cotidiana, padre, marido y, desde mi mirada, zeide. Ese zeide fuerte, enorme, que ya no era tejedor, que había podido comprarse unas máquinas de coser y confeccionaba camperas, que trabajaba, trabajaba y pintaba. Pero que, además, juntaba retazos de tela con los que también hacía arte, sus vitreaux textiles con transparencias, aunque algunos de esos retazos eran para esta nieta, para jugar ¿a vestir muñecos? No recuerdo. A esos retazos los llamábamos “chupetines”. Tampoco me acuerdo por qué.

Anahí y Guedale

Anahí y Guedale

Tener un zeide tan inmenso con quien pintar a dúo era un lujo. Me enseñaba a sombrear, a mirar, me regalaba sus colores. Los paseos en su bicicleta eran una aventura segura y acogedora contra el viento. Juntó durante años y con esfuerzo enciclopedias de arte que luego encuadernó amorosamente para mí. Me dejó también la ternura y el amor por el olor a los óleos, por la pintura y el arte. Guedale se fue muy temprano, joven, apurado, habiendo dejado un hermoso legado: la coherencia por los principios, el cuidado por la cultura popular, por el idioma dulce, desde el arte, desde un arte muy suyo y peculiar. Dejó una obra increíble, inmensa, y única, como él.