Primer Congreso Universal de la Cultura Judía; París, 17 a 21 de septiembre de 1937. Título original: Ershter Alveltlekhjer Idisher Kultur Kongres. Edición original: París, Comité Central del YKUF, 1937.

Traducido del ídish por Kornecki Vladimir (2005), Notas para la historia de ACIZ, Archivo ACIZ, Montevideo.

MANIFIESTO DEL CONGRESO FUNDACIONAL DEL ICUF

El momento actual es hondamente trágico en la vida del pueblo judío. Los oscuros poderes de la reacción y del fascismo, en su cruzada contra las fuerzas vitales y progresistas del mundo actual han hecho, del pueblo judío, el blanco de sus ataques.

La propia existencia del pueblo judío, el idioma ídish, su cultura están en riesgo en una serie de países en todo el mundo. Las instituciones culturales judías —construidas con sudor y dedicación— y las masas culturales judías son la oposición a las continuas persecuciones en diferentes países porque, saben los enemigos, la cultura es un arma probada en la lucha de un pueblo por su existencia nacional.

Ellos se han propuesto como objetivo exterminar, destruir y enterrar la cultura judía. El pueblo judío está compenetrado con la voluntad de vivir. El pueblo judío y sus amplias masas laboriosas están profundamente compenetrados con el anhelo de un nuevo mundo libre, de un orden de justicia social, de seguridad, de exaltación de la existencia humana y nacional en la más alta categoría.

En su gran ansia de existencia nacional dentro de un nuevo orden social, ha creado el pueblo judío una nueva cultura secular enraizada en la vida popular de generaciones, bajo la cual subyace un enorme tesoro de bienes espirituales acumulados. Esta se desarrolló y marcha hacia adelante gracias al anhelo del hombre y del pueblo judío de hallar, en su idioma y su cultura creados, una directa y completa manifestación de toda su vida, de toda su esencia, de sus esperanzas, de su lucha.

Nutrida a través de las frescas fuentes de las fuerzas creativas, propuesta desde las profundidades de la vida popular, la cultura judía en ídish ha realizado, en los últimos cincuenta años, en diversos centros del mundo, su más hermoso ascenso y florecimiento.

En la época histórica actual de la vida del pueblo judío, los dos polos opuestos —el incremento de las fuerzas culturales y el incremento de la catástrofe— colocan al pueblo judío ante tales problemas, los que solo pueden solucionarse a través de la unidad de todas las fuerzas vivas y esperanzadoras en cada país y a escala mundial.

El pueblo judío no es parte separada de la cultura judía. Esta no se puede separar del pueblo judío, de sus amplias masas laboriosas. Cuanto más vigorosas sean sus fuerzas, con mayor riqueza florecerá la cultura popular y más grande será la resistencia del pueblo: con su cultura, contra su aniquilamiento. Pero el problema de la defensa frente a lo externo no es el único que se le plantea a la cultura idishista, sino también el de la resistencia frente a los enemigos internos.

Hay suficientes estratos y organismos poderosos que no quieren reconocer al idioma y a su cultura en ídish, que no quieren tener en cuenta su enraizamiento en el pueblo y que luchan contra esto. Por eso, la cultura ídish se halla en tal situación, que en ningún lado está solventada por un presupuesto estatal, salvo en la Unión Soviética. En todos los grandes y pequeños países donde hay colectividades judías, la cultura está dependiendo de sus propios medios y estos son, salvo pequeñas excepciones, los medios de los estratos más modestos del pueblo.

Todo esto dicta, con una insoslayable necesidad, la formación de un Centro Mundial Judío que se ocupe de la Cultura Judía en todos sus aspectos, que se apoye en los centros culturales de todos los países donde habitan masas judías.

Nosotros, representantes de organizaciones de masas judías y activistas culturales de veintitrés países proclamamos, por este acto, la formación de este Centro Judío Mundial que tiene, ante sí, los siguientes grandes propósitos:

A- Defender a la cultura judía de todos los enemigos externos, movilizar la opinión social mundial, movilizar las fuerzas sociales —tanto judías como no judías— para la protección del idioma ídish y de su cultura, en todas partes donde se encuentren bajo amenaza.

B- Defender a la cultura ídish de los enemigos internos.

C- Preocuparse por la expansión, defensa, enriquecimiento, embellecimiento de la cultura secular y progresista judía; estimular su crecimiento futuro en el sentido de la justicia social y la libertad. Esto hará necesario, entre muchas otras tareas que deben ser realizadas aparte, las siguientes orientaciones principales de la actividad del Centro Mundial:

1- Ayudar con fuerzas culturales y otros medios a las pequeñas colectividades judías desparramadas por todo el globo terráqueo, para las cuales el Centro Mundial tiene por completo un especial significado.

2- Coordinar la actividad cultural en todos los países con comunidad judía, lo que significa mantener, en primera línea, el equilibrio necesario entre las distintas raíces culturales, evitar el derroche de esfuerzos como consecuencia de la yuxtaposición, ayudar a la normal distribución de las fuerzas culturales en los diversos países, asegurar al mundo cultural judío la información acerca de todo el trabajo cultural en todos los países, organizar un tránsito a escala mundial.

3- Comprometerse con tales acciones culturales, y fundar tales instituciones y emprendimientos culturales que superen las fuerzas y posibilidades de un país.

4- Crear los medios financieros para el trabajo cultural.

5- El resultado de toda la actividad del Centro Mundial, el más básico de los propósitos debe ser el crecimiento de la estima y de la dignidad de la cultura judía, tanto ante los ojos de los activistas sociales de las amplias masas judías como ante los ojos del mundo.

 

Las fuerzas que se han unido alrededor de un centro cultural, comprenden organizaciones e individuos con diversas posturas ideológicas progresistas. Esto no impidió que encontraran una plataforma general y se unieran en un programa de trabajo.

El Congreso realizado en París, entre el 17 y el 22 de septiembre de 1937, es por sí mismo una convincente demostración de que un trabajo en común es posible sobre la plataforma de la cultura judía secular.

El Congreso transcurrió en un espíritu de unidad, de disposición al trabajo, de construcción de la cultura popular; el Congreso trajo un espíritu de optimismo, de entusiasmo, de actividad, y ya tuvo influencia sobre muchas comunidades judías —en ese espíritu fue construido el palacio Zhitlovsky.

El Congreso es solo el comienzo de un gran hecho histórico. El Centro creado debe ser el factor que estimule la unión de todas las fuerzas culturales progresistas judías, ya sea a escala nacional; ya sea, internacional.

El Congreso llama a todas las organizaciones judías que se interesan por la cultura, a todas las instituciones y a todos los activistas en todo el mundo:

Adhiérase al Centro Mundial por la cultura judía.

Ayude a construir el gran edificio de la Cultura Judía.

París, septiembre de 1937.

 

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