En Argentina, país con mayor inmigración judía de la región, el delegado Pinie Katz y un pequeño grupo trabajaron incansablemente para cumplir cada punto acordado en el Manifiesto de YKUF Internacional         .

Desde noviembre de 1937, y no exentos de conflictos ideológicos y financieros, el comité ejecutivo de la sección nacional del YKUF (aún integrado por socialistas, sionistas y comunistas) organizó encuentros con instituciones de las provincias y países limítrofes para brindar conferencias culturales e incentivar la formación de una red judeo-progresista.

Sus ideales de izquierda y su mundo idishista los unían, pero las disputas se generaban entre quienes querían crear una federación argentina similar pero políticamente independiente del YKUF y quienes, por el contrario, acataban los acuerdos internacionalistas direccionados por la línea comunista. Estos últimos lideraron finalmente y, en abril de 1940, editaron el primer número de la Revista ICUF.

Con una abnegada actitud militante, los icufistas alentaron proyectos para construir teatros, escuelas, una editorial propia y replicaron el Congreso de la Cultura Judía en Buenos Aires. El 11 de abril de 1941, con 57 instituciones representando a 8900 asociados de Argentina, Uruguay, Brasil y Chile, se creó el ICUF local y se declaró a Pinie Katz su presidente honorario.

En Argentina, desde los años treinta, en tiempos de Frente Popular y lucha antifascista, varias organizaciones israelitas laicas de habla ídish adhirieron al Yiddisher Kultur Farband (YKUF) fundado en París en septiembre de 1937 y, más tarde, al Idisher Cultur Farband (ICUF) fundado en Buenos Aires en abril de 1941.

Orientadas por la política del Partido Comunista, las entidades adheridas a esta Federación se expandieron notablemente durante las décadas del cuarenta y el cincuenta. En distintos barrios y localidades con presencia de inmigración judía de izquierda se desarrollaron bibliotecas, centros culturales, teatros, escuelas, cooperativas, clubes juveniles, círculos femeninos, y actividad editorial y de prensa.

En un primer momento, los inmigrantes buscaron replicar las experiencias políticas y culturales del viejo hogar europeo; posteriormente, con la aparición de una generación de hijos nativos, y al calor de las transformaciones de los años sesenta, la red icufista iría adoptando el castellano para incluir a la juventud e integrarse plenamente a la vida nacional.

Se trata de instituciones que propagaron un judaísmo laico, no sionista y en línea política con el Partido Comunista.

Las entidades funcionaron como espacios de contención para militantes y simpatizantes comunistas y resultaron receptoras de militancia judeo-comunista. La condición de “semillero cultural” o “vanguardia pedagógica” es un denominador habitual para ICUF.

La intensa ligazón emocional del icufismo con el mundo soviético fue un elemento fundamental en la conformación de esa identidad. Si la Unión Soviética había salvado a los judíos de las “garras del nazismo”, ser idishista, laico y comunista, era casi una condición natural, al menos hasta mediados de los años cincuenta.

La década del sesenta encontró al ICUF realizando congresos, actividades para todas las edades, expandiéndose en número y en relevancia. Fueron muchas las entidades que adhirieron a la Federación y que formaron parte del gran movimiento judeo-progresista argentino.

Durante el periodo dictatorial (1976-1983), el ICUF se mantuvo vigente pero se vio obligado a limitar sus actividades y publicaciones acorde con los tiempos que transcurrían.

El ICUF lleva casi ocho décadas de labor ininterrumpida y sostiene sus valores antifascistas, antidiscriminatorios, laicos, progresistas e inclusivos (Ver página principal).

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