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ENE
2014

Despedimos a Juan Gelman

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Juan Gelman acaba de partir. Nos quedan sus palabras, su voz cascada por los años pero no vencida, sus sentimientos, su combate por la vida y la justicia. Poeta, periodista, luchador.

Lo recordaremos así: como un cantor del pueblo, que supo vibrar con sus fibras más apasionadas, oyendo ese rumor profundo que sacude los corazones.

En mayo de 2006, la revista de letras de la Biblioteca Nacional, llamada “Abanico”, reproduce algo parecido a una autobiografía, que se había publicado en “La Maga”. Más abajo, transcribimos 2 poesías de él.

Nuestro pequeño homenaje.

 

Mi infancia también está llena de cosas que no viví. Por ejemplo de historias extraordinarias y terribles que mi madre me contaba, como el día aquel en que los cosacos quemaron todo durante un pogrom y mi abuela entró en la casa en llamas para salvar a sus hijos. Perdió uno. Cada vez que había peligro, mi abuelo sacaba una arquilla con un pergamino de mil setecientos y corno en el Génesis leía: «El rabino tal engendró al rabino tal que engendró a tal..» El era el último de la lista. Cuando existía una amenaza, la lectura del pergamino les otorgaba cierto sentido de continuidad y supervivencia.

Mi padre era uno de esos obreros de la Rusia revolucionaria que sabía de todo: economía, historia, ciencias políticas. Lo que ahora se llamaría un tipo culto. Mi madre… amaba la música, nos hacía estudiar piano.

Nunca nos encerraron en un gueto, ni cultural ni nada. Esos años de mi vida coincidieron con la segunda guerra. Hice, por ejemplo, mi bar-mitzvah, porque hacerlo se llenaba de sentido en medio de la matanza de judíos en Europa. Pero no recibí ninguna educación religiosa. Lo que más recuerdo de mis trece años fue que me regalaron las obras completas de Sholem Aleijem.

 

Medidas


El abuelo me mira desde
la foto de siempre, me mira
desde el fondo de Rusia y otras desgracias.
Desde el ghetto me mira. Dicen que
escribió una carta a Dios para
que inundara las casas de trigo,
de vino y de pan ázimo en Pascua,
y ató la carta a la pata de un pájaro
que voló de país en país buscando el cielo.
Me mira con las ojeras lentas
de quien veló el espanto. Nunca
me levantó en sus brazos. Nunca
lo tuve, nunca
me tuvo, nunca
es la palabra entre los dos. Quiso
que la verdad paseara por la calle
y la cubrió con una máscara
para que la quisieran.
Esa máscara es su rostro en la foto.
Le habrá pedido a Dios que no
borre ni escriba nada porque
todo podía ser peor. La foto
está enferma, levanta
una humareda de brazos que no se encontrarán.
Empoza su linaje,
me sigue como un perro.

Zapatitos

En un campo de concentración próximo a Varsovia es conservado un duro testimonio de la guerra pasada: una montaña de zapatitos de pibe

Zapatitos blancos de pibe
Zapatitos negros de pibe
Zapatitos rojos de pibe
Zapatitos sanos de pibe
Zapatitos rotos de pibe
Zapatitos de pibe
Zapatitos
Una montaña de zapatitos
Negros, blancos, rojos, sanos, rotos
Una montaña de sombra en la mañana
Una cuña de luto clavada en la entraña de Polonia
Oídme bien:
El sol en todas partes, en cualquier parte
Pero hay una montaña de sombra en la mañana.
Una cuña de luto clavada en la entraña de Polonia
Una montaña con sabor de camino
hacia a escuela interrumpido
con sabor de carrera hacia el refugio
con sabor a calesita abandonada
con sabor de pequeñas preguntas sin respuestas.
Zapatitos de pibe no van a ningún lado
Tus pasos en espera no van a ningún lado.
El trompo, el barrilete, no van a ningún lado.
Las veredas preguntan: ¿No van a ningún lado?
Las escuelas preguntan: ¿No van a ningún lado?
Mi corazón pregunta esperanzado: ¿No van a ningún lado?
Se quedan simplemente.
Ahora son una montaña de sombra en la mañana.
Una cuña de luto clavada en la entraña de Polonia
Ah! Montaña que pesas
Ah! Que saberte quieta me hace daño
Ah que me parte tu viudez de piernas
De piernas que hace mucho no van a ningún lado
Cómo quisiera despertarte ahora
Cómo quisiera verte caminando
Qué falta le hacen a mi amor los pibes
Los pibes que hace mucho no van a ningún lado.

Una mañana de estas
Una mañana clara sin montañas de sombra
Una mañana aquí en la ciudad en un colectivo
La tarifa, letreros, el retrato de Carlos Gardel,
Flores sobre una guitarra de vidrio,
La fotografía dominguera de una pareja
Y al lado, un zapatito
Un zapatito de pibe. Blanco.
No pude más,
Mi grito abrió en un tajo la mañana.
Los zapatitos de pibe en su lugar.
Que lo vayan sabiendo
El zapatito blanco en su lugar.
Que lo vayan sabiendo los señores.
El zapatito negro en su lugar.
Que lo vaya sabiendo el mercader de vidas.
El zapatito sano en su lugar.
Que lo vaya sabiendo el mercader de muertes.
El zapatito roto en su lugar.
Que lo vaya sabiendo el mercader de guerras.
Los zapatitos de pibe en todas partes
En cualquier parte.
Menos una cuña de luto
Clavada en la entraña de mi tierra
Los zapatos de pibe en su lugar
Que lo vayan sabiendo.
En su lugar de aurora y carne nueva
En su lugar.