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ENE
2020

El ICUF en el día internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto

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27 de enero de 2020 en Cancilleria.

Intervención en representación del ICUF

Ana Diamant

 

Señora Ministra, Señores Ministros

Señoras y señores Secretarias, Secretarios, Subsecretarias, Subsecretarios

Funcionarias y funcionarios de los Ministerios convocantes y de otras reparticiones del Estado

Entrañables sobrevivientes

Representantes e integrantes de organizaciones sociales

A todos los presentes en este acto, que es un acto por memoria y justicia

 

Quiero decir que este momento me significa un alto honor y a la vez una oportunidad de reafirmar la implicación personal e institucional con el contenido de la convocatoria.

Hablo en nombre del ICUF – Idisher Cultur Farband, Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina – representación del judaísmo progresista de Argentina, que es laico, humanista, antifascista y antidiscriminatorio.

Agradezco a quienes supusieron que podía ser vocera de esta corriente de pensamiento y de acción, que reúne, además de compromiso, tarea, mucha tarea.

Cuando supe que iba a estar acá, se agruparon en mí, en forma desordenada ideas que intentaban encontrar una lógica: resistencia, herencia, testimonio, heroísmo, legado, memoria, transmisión.

Cómo ordenarlas?

En un primer intento vino a mi memoria el texto en idish que es lema, Mir zainen do! (Henos acá, del Himno de los Partizanos) asociado al Presentes!

Inmediatamente Nit farguebn, nit farguesn (No olvidar, no perdonar) asociado a Ahora y siempre!

Entonces pensé que el ordenamiento era una tarea que ya había sido hecha.

Pensé en los testimonios que nos han legado quienes vivieron en los guetos y en los campos, en los pocos testimonios hechos documento y en otros hechos en la voz de los sobrevivientes, algunos que aún nos acompañan.

Pensé en Teddy, seguramente un adolescente, que en 1943, en Terezin escribía

Cuando un niño llega,

Todo es extraño para él

Qué hay en este lugar?

Le tengo que mentir

Aquí no se come

Aquí todo está sucio

Aquí los sonidos son gritos

 

Otro niño o niña – no lo sabemos – cuenta que ahora

Las casas están más llenas

Los cuerpos, cuerpo a cuerpo

Las buhardillas se iluminan por poco tiempo

 

Alguien más relata

Yo vivo en el gueto hace más de un año

Y cuando recuerdo mi vieja casa

La puedo querer más

Imágenes estas que ilustran con crueldad aquellas desordenadas ideas. Pero sobre todo esas experiencias que marcaron y se llevaron vidas.

La pregunta que siguió fue qué hacer con ellas?

Y una vez más, no pude renunciar a mi lugar de educadora y de historiadora de lo reciente.

Las desordenadas ideas se materializaron en historias de vidas que recorrían campos de trabajo, de exterminio, guetos, migraciones forzadas, clandestinidades indescriptibles, secretos guardados por años, trampas que permitieron sobrevivir. También secuestros, cárceles y exilios.

Historias de héroes – no súper héroes – muchos desconocidos, ninguno fantástico, todos con algo para contar, con ilusiones pero también con miedos, con la tristeza profunda que trae el desarraigo, el frío, el hambre, las pérdidas, la violencia, la discriminación, la intolerancia, la imposibilidad de asumir la diferencia. También de bebés apropiados y de nietos y nietas a quienes se les ha restituido la identidad.

Entonces un solo camino: educar, en sentido extenso, abarcativo, militante.

Recuperar registros, situarlos, recontextualizarlos. Extrapolarlos para que permitan análisis de coyunturas. Nunca tan indispensable como en tiempos de resurgimientos en el mundo y en nuestra región de acciones negacionistas y de promoción de la inmediatez.

Trabajar con la memoria, hacer de las narrativas legados, comprometer a las personas y a las sociedades, a los niños y las niñas, a las y los adultos, a políticos, a gobernantes, a todas y todos.

Hace años que presencio en las instituciones icufistas y en otras, diálogos entre niños y niñas con sobrevivientes, con quienes converso mucho después de la experiencia y me cuentan qué es lo que les dolió, les sorprendió, les ayudó para entender la actualidad.

Me cuentan cómo algunas creencias se les modifican, cómo algunas verdades se les transforman en dudas, cómo algunos supuestos que parecían casi irrefutables se les derriten ante las evidencias brutales de lo que escuchan y también de lo que leen.

Pienso en la voz de Inés, de 12 años, que escuchaba a Sara Rus, doblemente sobreviviente como ella misma se presenta, del holocausto y de la dictadura, madre de Plaza de Mayo. Sara había dicho que antes sólo contaba su historia de la vida durante la guerra, pero después de lo que pasó con su hijo – desaparecido – se le hicieron dos historias. Y asegura que la memoria es lo más importante, que no tenemos que perder la memoria, porque nos mantiene con vida.

Inés le preguntó a Sara: qué podemos hacer nosotros (las y los niños)? Y Sara le dijo: hablar con sus padres, ellos a veces no cuentan, a veces no saben, a veces se olvidan, a veces niegan.

Lo que Sara estaba proponiendo era la transmisión de la infancia a la madurez, y eso no es lo común. Como no es común a los ojos de niñas y niños que los adultos mientan, pero a veces esa mentira salva una vida.

Tampoco es común que los adultos lloren. Pero escuchamos de Irene Dab cómo un adulto, su padre lloró, cuando tuvo que entregarla para salvarla.

Lea Novera se discute cuando piensa que no tendría que estar contando todo esto, pero también piensa que lo tiene que contar, que es un imperativo. Que aunque se lo quisieron borrar, hoy, tiene en la memoria sus libros, su barquito y toda su niñez.

Como lugar común, hay un antes y un después en la trama de la escucha con el relato y con el relator.

El relato directo, escuchado en primera persona suma la comunión de la mirada, la sonoridad de las palabras, la presencia de un cuerpo que fue maltratado, que pudo no haber sobrevivido para contar. Pero sobrevivió y cuenta con su sola presencia y con su texto.

Así se aprende de fortalezas, de resistencias, de lealtades.

Así las transmiten los sobrevivientes de los guetos y los campos, también los de la dictadura en Argentina. Con ellas aprenden los más jóvenes. Reciben y son depositarios de un legado para siempre.

Las muertes, las torturas, las pérdidas son tema, pero sobre todo es tema destacar ayudas comprometidas, recuperar tramas de complicidad, destacar cómo la solidaridad hizo que algunos pudieran sobrevivir y recuperarse. Y en esa dirección, la fecha del 27 de enero nos recuerda que fue el Ejército Rojo el que liberó Auswitch, la máquina de exterminio más potente que hasta entonces había funcionado.

A diferencia de otras oportunidades, aquellas en las que se requieren conclusiones que cierren la experiencia, en estas, quedan abiertas posibilidades para seguir pensando y sobre todo para seguir actuando.

Pensando porqué pasan ciertas cosas.

Pensando si podemos hacer algo para que no se repitan.

Pensando en las responsabilidades de cada uno de los actores.

Pensando si la historia podría haber sido diferente.

Pensando en potencias y debilidades.

Escuchando y leyendo necesidades de los otros.

Haciendo sin condicionar devoluciones.

Saber que el testimonio – de un sobreviviente, de la propia historia – se hace marca en la memoria, en el discurso, en el análisis del pasado, en la relación entre presente y futuro.

Saber que con nuestras acciones estamos haciendo historia del presente, que cada hecho que generemos es una marca al futuro.

Que somos responsables del futuro.

Que somos responsables de la transmisión.

Que somos responsables de Nunca más!