05
OCT
2010

Información sobre desarme atómico y proliferación nuclear

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Amigos: recibimos un muy interesante trabajo denominado Desarme atómico y proliferación nuclear cuyo autor es el cientista político español Higinio Polo, que escribió para la revista teórica marxista “El viejo topo” y reproducido en el revista electrónica Rebelión  (http://rebelion.org/noticia.php?id=114196). Dada la extensión del mismo, transcribimos literalmente aquellos párrafos que tienen que ver con la cuestión nuclear israelí.

Sr. Marcelo Horestein | Secretario
Prof. Daniel Silber | Presidente

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   Según fuentes militares rusas, y limitándose a las armas ofensivas estratégicas, en el verano de 2009, cuando se aceleraron los contactos para concertar el nuevo START, Estados Unidos contaba con 1.188 instrumentos de lanzamiento y 5.916 ojivas nucleares, mientras que Rusia tenía 809 portadores y 3.897 ojivas atómicas. Por su parte, englobando todo el armamento atómico, incluidas las bombas de corto y medio alcance, la Federation of American Scientists estimaba, en abril de 2010, que Rusia contaba con 12.000 cabezas nucleares y Estados Unidos con 9.400, mientras que el resto de los firmantes del TNP tenían menos de 300 cada uno (Francia, 300; China, 240, y Gran Bretaña, 185). Estima también la FAS que los países no adheridos al TNP tienen en conjunto unas 240 cabezas nucleares (Israel, 80; Pakistán, entre 70 y 90; y la India, entre 60 y 80), aunque muchos observadores consideran que la Federation of American Scientists exagera los arsenales rusos y estima a la baja los norteamericanos e israelíes.

En cuanto a la revisión del Tratado de No Prolifereracion Nuclear -TNP- (que han firmado hasta hoy 189 países), la octava conferencia celebrada en Nueva York (el tratado fundacional data de 1968, y la anterior conferencia se celebró en 2005) abordó los problemas de la posible aparición de nuevas potencias nucleares, en un clima de impotencia por los problemas que deben afrontarse. Los resultados de la conferencia, clausurada a finales de mayo, recogidos en una declaración, fueron también muy modestos, decepcionantes, aunque ello no deba ser motivo de desánimo. Representantes del Movimiento de Países no alineados se mostraron insatisfechos por la distancia entre “la retórica de algunos países dotados de armas nucleares y los compromisos que están dispuestos a asumir”. La referencia a Estados Unidos era clara. En los trabajos de la conferencia se llegó a proponer una fecha, 2025 (a la que Washington se negó), como objetivo para conseguir la total eliminación de armas nucleares, pero ni se establecieron plazos concretos para impulsar medidas parciales de desarme nuclear, ni se aceptó un pacto para detener el desarrollo y perfeccionamiento del armamento, así como tampoco se acordó la retirada de ojivas nucleares desplegadas en otros países por parte de las potencias nucleares (iniciativa que apuntaba a Estados Unidos, puesto que ni Rusia ni China disponen de armas nucleares desplegadas fuera de su territorio), ni se alcanzó un compromiso para avanzar hacia un tratado que dé garantías a los países no nucleares de que no serán atacados ni amenazados con este tipo de armas por parte de las potencias atómicas, y ni siquiera se adoptó el compromiso de abrir contactos para impulsar una Convención sobre Armas Nucleares. En cambio, la reunión de Nueva York adoptó una declaración para convocar una Conferencia sobre desarme nuclear en Oriente Próximo en 2012, con el objetivo de convertir la zona en territorio libre de armamento nuclear. Estados Unidos había bloqueado durante años esa posibilidad, y esa propuesta ya hizo fracasar la anterior revisión del TNP en 2005: ahora Washington ha aceptado, aunque lamentando que la declaración nombrase a Israel (¡como si hubiera algún otro poder nuclear en Oriente Medio que no fuera el israelí!). No va a ser sencilla la tarea: el gobierno de Tel-Aviv, que no ha firmado el TNP, se apresuró a rechazar con dureza el documento.

De las potencias que se han incorporado al grupo atómico, ninguna ha suscrito el TNP. Son tres: Israel, que no reconoce tener bombas nucleares; India, con quien Estados Unidos firmó un acuerdo nuclear pese a ello, y Pakistán. Entre los países susceptibles de estar trabajando para conseguir la bomba, la situación es muy diversa. Son conocidas las sospechas aireadas por Estados Unidos respecto al programa nuclear iraní, y la peligrosa situación en que se encuentra la península de Corea, donde el acoso norteamericano a Pyongyang, negándose a firmar un tratado de no agresión, ha tenido la consecuencia indeseada de estimular la búsqueda de armamento atómico por Corea del Norte. Además, recientes documentos desclasificados han puesto de manifiesto que la Sudáfrica racista impulsó un programa (con ayuda de Israel) para dotarse de armamento atómico, programa que fue cancelado y que hizo posible que el país se adhiriese al TNP. También, se ha especulado con las ambiciones nucleares de Siria, Libia, el Iraq de Sadam Hussein, e incluso Taiwán, aunque los incipientes programas fueron interrumpidos o, simplemente, no existieron. Es una cuestión muy sensible. Hay que recordar que Israel ha lanzado ataques, en dos ocasiones, contra países, Iraq y Siria, a los que acusaba, sin mostrar pruebas, de intentar conseguir la bomba nuclear, y que sus planes para atacar Irán, pese al secretismo de Tel-Aviv, no son una especulación de analistas militares sino una decisión firme del Estado judío que sólo espera el momento oportuno para lanzarlo. De cualquier forma, la cuestión central es que no puede haber progreso en la política de no proliferación si no va acompañada de progresos reales en el desarme atómico de las principales potencias nucleares. Tampoco debe olvidarse que sigue pendiente la cuestión de negociar un Tratado para la prohibición total de pruebas nucleares, asunto que Washington se ha negado repetidamente a abordar.

Mientras, en la crisis iraní, el gobierno norteamericano ha sometido al Consejo de Seguridad de la ONU el estudio de nuevas sanciones a Teherán… sin aceptar considerar el contenido de la propuesta turco-brasileña, mientras la secretaria de Estado, Clinton, se dirigía al Congreso norteamericano para iniciar el examen del nuevo START… anunciado primero los supuestos acuerdos con Pekín y Moscú sobre la adopción de nuevas sanciones a Irán. Y todo ello sin que el gobierno norteamericano acepte el peligro atómico que representa Israel, cuya deriva belicista puede incendiar Oriente Próximo y abrir una crisis mundial de consecuencias imprevisibles, y cuyo gobierno insiste, incluso públicamente, en la conveniencia de atacar a Irán, sin que Washington vaya mucho más allá de esbozar con su diplomacia algunos gestos contrariados. Por eso, las prioridades de la política exterior norteamericana parecen quedar claras, aunque supongan una aparente contradicción con la más realista doctrina de seguridad nacional de Obama frente a la criminal deriva de Bush.

Algunas decisiones norteamericanas auguran, por otra parte, un futuro inquietante, que pueden hacer peligrar el desarme nuclear. A finales de mayo de 2010, Estados Unidos desplegó una batería de misiles Patriot en Polonia, en la base militar de Morag, cerca de la frontera rusa. Esa base se convertirá en permanente a partir de 2012 y contará también con misiles SM-3, un tipo de armamento diseñado para destruir misiles balísticos rusos (¿qué otros podrían ser, si no?). Como no podía ser menos, esa acción llevó al ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguei Lavrov, a pedir a Washington “explicaciones inteligibles” sobre el despliegue, mientras la parte polaca añadía tensión negándose a dar “ningún tipo de explicaciones”, como si las iniciativas militares agresivas no tuvieran repercusiones y cualquier país, vistiéndose con el manto de su soberanía, pudiese tomar cualquier decisión sin calcular las consecuencias. Ese paso demuestra que, pese a las interesadas informaciones de la prensa occidental, Obama no ha renunciado al “escudo antimisiles” de Bush, sino que lo ha redefinido: ha renunciado, sí, al despliegue previsto en Polonia y Chequia, pero Estados Unidos tiene previsto desplegar ese otro “escudo” en Polonia, Rumania y Bulgaria. Cuenta para ello con la instalación de sistemas de misiles Aegis, con misiles interceptores SM-3 (cuyos diferentes bloques se instalarían en Europa oriental, según lo previsto, a partir de 2011, con una segunda fase entre 2015 y 2018 y su culminación en 2020), cuyo objetivo evidente es el de estar preparados para destruir misiles de corto y medio alcance y, finalmente, de largo alcance, además de los misiles balísticos intercontinentales: un escudo que apunta al poder nuclear ruso y algo que, de llevarse finalmente a cabo, destruiría por completo el actual equilibrio nuclear entre Washington y Moscú o forzaría a Rusia a otras medidas de respuesta. El futuro sigue estando lleno de peligros nucleares.