27
AGO
2018

LA PAZ: UN DERECHO HUMANO DE PRIMERA LÍNEA (Ponencia de Daniel Silber en el Congreso de Defensa de la Escuela Pública en La Rioja, 10-11 de Agosto de 2018).

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La Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina (ICUF – Idisher Cultur Farband en idish) nuclea a Instituciones de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Lanús, Ramos Mejía, Córdoba, Mendoza, Tucumán, Santa Fe y Rosario, así como también grupos de amigos de San Juan, Salta, Paraná, Concordia, La Plata, Resistencia, Bariloche – El Bolsón, Mar del Plata, Rafaela – Moisés Ville y otras localidades más pequeñas.
Se define como una corriente laica, humanista, antifascista, no sionista, antidiscriminatoria y progresista en el seno de la colectividad judía argentina, firmemente enraizada y comprometida con el destino de nuestra Patria y de la Patria Grande; de allí sus vinculaciones con Entidades similares, sitas en Brasil, Uruguay, Chile, Canadá, EEUU y diversos grupos en Cuba, Venezuela y Colombia, además de Francia, Bélgica e Israel.
Su ideario y su Programa –sintetizado en su Declaración de Principios http:// www.icufargentina.org/quienes-somos) – se fundamenta en la reivindicación de un humanismo militante, la defensa irrestricta de la vigencia de los derechos humanos, la solidaridad internacional, la paz mundial, la cooperación entre los pueblos y los Estados, la amistad entre los seres humanos. Solemos decir que partimos de nuestras tradiciones históricas y culturales judías para ir hacia la universal.
Reivindicamos a los combatientes del Levantamiento del Ghetto de Varsovia por su rebeldía ante la opresión y sus ansias de libertad; recordamos a Ana Frank para que lo que le sucedió a ella –y a mas de 1.500.000 de niñas y niños menores de 15 años durante el genocidio perpetrado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial- no le suceda a ningún chico del mundo en ningún lugar; levantamos la figura del maestro Janusz Korczak como ejemplo de entrega plena y absoluta a “sus” alumnos, aun cuando fueron llevados a las cámaras de gas de Treblinka; son nuestros los colonos de Moisés Ville, Monigotes, Palmeras, Montefiore, Palacios y Virginia (Santa Fe), Barón Hirsch – Rivera- y Mauricio –Carlos Casares- (Buenos Aires), Ubajay, Basavilbaso, San Gregorio, Villa Domínguez, Carmel, Ingeniero Sajaroff, Villa Clara, Ubajay, Bovril (Entre Ríos), Dora (Santiago del Estero), Colonia Rusa (Río Negro), Charata, General Pinedo y Las Breñas (Chaco), Narcisse Leven (La Pampa) que araron la tierra virgen y crearon –casi de la nada- cooperativas, sistemas escolar y sanitario, editoriales, bibliotecas, grupos teatrales, partidos políticos; asimismo nos pertenecen las víctimas de la Semana Trágica y los obreros que fundaron sindicatos (madera, textil, gráfico, mercantil, bancario), como también los mas 1800 jóvenes asesinados y detenidos-desaparecidos durante la última dictadura cívico – militar.
En ese camino, entendemos a la paz como un derecho humano inalienable e inapelable. En nuestra Declaración de Principios decimos que el ICUF
Se opone a cualquier forma de intolerancia, autoritarismo, o expresiones genocidas del poder o gobiernos que amenacen la paz y la seguridad de los pueblos. En relación al conflicto suscitado en Cercano y Medio Oriente, el Icuf Arg Apoya los esfuerzos pacifistas de sectores israelíes y palestinos, y los esfuerzos locales, nacionales e internacionales que contribuyan al logro de la paz.
Condena toda manifestación de fundamentalismo y violencia que retrase el arribo a una justa solución del conflicto. Reafirma que la posibilidad de lograr la paz es a través de la fórmula DOS PUEBLOS / DOS ESTADOS SOBERANOS.
A partir de estas premisas, es que entendemos cómo debe concebirse la paz. Para nosotros, la paz es un concepto complejo, alejado absolutamente de la “paz de los cementerios” y de eso otro aquello que en la actualidad se denomina “pax americana”.
La “paz de los cementerios” implica quietud, y como su denominación lo indica, es de aquellos que están muertos; es estática. La paz es algo complicado, enredado, dinámico donde lo que predomina es el ruido, el barullo, el fragor del quehacer, de la actividad, incluso de las contradicciones. Es la paz en la que se conjugan el ruido del trabajo, de las maquinas haciendo, del tránsito de vehículos, del bullicio de escuelas y universidades, de las canciones, de las protestas, de los reclamos, de la alegría, de la creación, del sabernos vivos y construyendo una sociedad para todos y en la que todos tengamos nuestro lugar. Esa es la paz: confusa, activa, atareada, quizá un tanto salvaje, pero profundamente humana.
LA “PAX AMERICANA”
La “pax americana” es la paz del Imperio. El concepto “imperio” deriva del vocablo latín “imperium” y éste del verbo “imperare” (mandar), formada por el prefijo “im” que indica penetración y el verbo “perare” (ordenar, mandar). “Imperium” en latín quiere decir –sobre todo- poder, mando militar, y solo secundaria y tardíamente (hacia mediados del s. XV) se aplica al territorio sobre el que se ejerce. De allí derivan imperar, imperial, emperador (ver Breve diccionario etimológico de la lengua castellana; Corominas, Jean; Editorial Gredos, Madrid; 1997; página 322).
Está claro entonces, que la “pax americana” es una paz imperial. Es la paz que quiere imponer EEUU, sometiendo en toda la regla y en todos los criterios, a las diversas regiones del mundo donde actúa con el ánimo de ejercer un control y dominio absoluto.
Hace un tiempo, el concepto usual era el de “imperialismo”; este término hacía referencia a la conducta, actividad y tendencia de un Estado a situarse por encima de otros. Esta corriente está vinculada a los deseos de expansión y anexión de otras regiones, alejadas de su propia base territorial. La expresión clásica de ese imperialismo fue lo sucedido entre fines del s.XIX y comienzos del s.XX, cuando las grandes potencias (EEUU, Gran Bretaña, Rusia, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Bélgica) se apoderaron de diversas partes del globo, sin importarles nada los pueblos y culturas preexistentes con el solo objeto de explotar sus riquezas naturales para su propio beneficio, sojuzgándolas y condenándolas al despojo, saqueo, humillación. Todo ello fue descripto y analizado en profundidad tempranamente (en 1916) por Lenin en “El imperialismo, etapa superior del capitalismo”: “la guerra de 1914-1918 fue una guerra imperialista (es decir, una guerra anexionista, depredadora y de rapiña); una guerra por la división del mundo, por la partición y el reparto de las colonias y de las esferas de influencia del capital financiero, etc.” (El imperialismo, fase superior del capitalismo -esbozo popular-; Lenin, V.I.; Traducción: Grupo de Traductores de la Fundación Federico Engels Publicado y distribuido por Fundación Federico Engels; Madrid; s/f; http://www.fundacionfedericoengels.net/images/PDF/ lenin_imperialismo.pdf.)
En síntesis, el imperialismo es una fase del sistema mundial capitalista. Se caracteriza por la fusión de los capitales bancarios e industriales, el predominio del capital financiero, el reparto del mundo en áreas de influencia, el armamentismo, la agresividad política de las grandes potencias, la generalización de los monopolios y la amenaza de guerra permanente, capitalismo donde las grandes metrópolis conquistan territorios que denominan colonias. Recorre diversas etapas históricas.
La actual globalización capitalista es apenas la ultima fase conocida del imperialismo. El neocolonialismo mantiene ese dominio, aceptando solamente la independencia formal de las colonias.
En los últimos años, muchos sociólogos y politólogos calificaron a Estados Unidos de “imperio” por su política belicista (que llevó a invadir y desmembrar estados nacionales, destruyéndolos como tales a países soberanos como Somalia, Afganistán, Irak, Libia y es –era- la pretensión sobre Siria) y por la enorme presión que ejerce a partir de su dominio económico.
Es así entonces que definimos “Imperio” como el sistema u organización política del estado gobernado por un emperador, o sea es un estado que implanta su dominio por la fuerza sobre otras naciones o territorios, los cuales poseen distintas clases de independencia, y estos son regidos por un individuo en particular. Implica aludir a algún estado con una gran capacidad económica y militar. Por eso, es que se expone a EEUU como “imperio” ya que su gran capacidad económica conlleva a generar una importante presión sobre otros países del mundo. Es este “Imperio” el que pretende imponer la “pax americana” sobre los pueblos, sobre las naciones, sobre los Estados o sea una paz basada en el sometimiento, la sujeción y el acatamiento al “diktat” (dictado) de la gran potencia, sin un ápice de desobediencia.
Para ello ha dispuesto, a escala mundial, una política expansionista y belicista, que se expresa no solo la intervención e ingerencia en asuntos de otros Estados (los actos destituyentes de presidentes legal y legítimamente electos, entre ellos los golpes “blandos” dados en Honduras, Paraguay; el constante bloqueo a Cuba; la abierta intrusión en los asuntos venezolanos; las conspiraciones contra Ecuador y Bolivia; el desarrollo del “lawfare” a escala continental –la actual “guerra jurídica» que utiliza la Ley y los sistemas de justicia para subordinar, conquistar y/o controlar las sociedades o grupos y corrientes incómodos al poder de turno-), sino también la instalación de numerosas bases militares –abiertas y encubiertas bajo excusas “humanísticas” (combatir el dengue, estudios atmosféricos o espaciales, protección del medio ambiente-) a lo largo y ancho de todo el mundo.
Una inmensa red militar de Estados Unidos domina el mundo. Están en Cuba, Corea, España, Argentina… y hasta en Groenlandia. Con bases en más de 74 países, las FFAA de EE.UU. se mantienen listas para actuar en cualquier lugar del mundo en cuanto lo ordene su comandante en jefe. Es una inmensa red de bases militares en el extranjero lo que le da unas posibilidades operativas fuera del alcance de potencias rivales como Rusia o China. Los datos oficiales el año 2017 hablaban mas de 800 instalaciones militares fuera del territorio de EEUU, sin incluir las bases secretas, como las que se cree que existen en Israel, Polonia, Kazajastán, Arabia Saudita y otros países o las mas recientes que se instalaron en América Latina –entre ellas, las que se emplazaron en nuestro país (Neuquén, Triple Frontera)- y Cercano Oriente. En America Latina, se crearon nuevas bases en Chile, Colombia (que se integró a la OTAN –la Organización del Atlántico Norte, alianza militar capitalista), El Salvador y se ampliaron otras que ya estaban –Honduras, Belice, Costa Rica,…–. Está claro que la presencia de bases en nuestro continente no obedece a la prevención de posibles ataques armados a Estados Unidos sino al control del territorio, al mantenimiento de alianzas y al acceso a recursos o mercados (pensemos en Malvinas).
En realidad, es tal la magnitud del despliegue global que resulta muy difícil de cuantificar. Esta intrincada red de bases militares no se explica solo por necesidades defensivas de EEUU como país. Su disposición obedece a una política que pretende mantener una hegemonía militar universal, clara y eficaz. Ella hace posible la intensa participación de EEUU en casi todos los conflictos bélicos donde sus intereses (o incluso, los de sus aliados mas directos) así lo requieran (volvamos a Malvinas).
Luego de la implosión y desaparición de la Unión Soviética (1991), predominó una unipolaridad hegemonizada por EEUU, secundado por Gran Bretaña. Parecía que se marchaba indefectiblemente hacia el “Imperio”, y sobre todo, surgía la imagen de “gendarme mundial”. Sin embargo, finalizada la primera década del s.XXI, emergieron en la escena mundial nuevos protagonistas: Rusia, China, India, la misma Unión Europea, las rebeldías de América Latina, todos sin la capacidad bélica ni de despliegue militar de EEUU, pero fuertes competidores en lo económico, en lo diplomático del nuevo contexto que se configuraba. De allí la premura de EEUU de consolidar su predominio militar mediante la instalación de mas y mas bases en puntos estratégicos (Cercano y Medio Oriente, Mar del Japón, Balcanes, América del Sur, Golfo Pérsico).
Todo esto mostraría que la principal amenaza a la paz mundial es el armamentismo y el belicismo imperial.
EL ARMAMENTISMO
La militarización mundial ha aumentado en los últimos años: en 2016 el gasto militar alcanzó 1,6 billones de dólares; el comercio de armas subió tras 5 años de descenso; el servicio militar regresó a Suecia y está sobre la mesa en Francia y Alemania; en países americanos, nuevas legislaciones abren las puertas a la intervención de las FFAA en conflictos sociales (Argentina, México, Brasil); el estado de emergencia permanente en diversos países europeos lleva el ejército a la calle, lo que comporta una militarización directa e indirecta urbana y social; subsisten conflictos armados en Cercano Oriente y África; se militarizan fronteras en América Latina (Venezuela, Colombia, Ecuador, Brasil, Triple Frontera Argentina-Paraguay-Brasil) y en Europa se endurecen ante la llegada de refugiados.
Un artículo de la revista Time presenta un estudio de la Universidad de Massachusetts de 2009, que compara los puestos de trabajo que se pueden generar por U$S 1.000 dedicados a gasto militar en EEUU: 11.600 puestos de trabajo en el sector militar frente a 29.100 en el sector educativo.
Según el matutino Clarín… “El gasto militar global aumentó en 2017 a su valor más alto desde la Guerra Fría, en un año en que Estados Unidos, China y Arabia Saudita fueron los que más dinero destinaron a la defensa, según un estudio del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI, por sus siglas en inglés). Según esas informaciones, el gasto militar global aumentó hasta los 1,73 billones de dólares el año pasado (unos 1,43 billones de euros), un 1,1% más que en 2016, lo que equivale a 230 dólares por habitante. El aumento del gasto militar mina la búsqueda de soluciones pacíficas a los conflictos en todo el mundo, alertan los investigadores…” (ver https://www.clarin.com/mundo/gasto-militar-mundial-alcanzo-nivel-alto-guerra-fria_0_rkzwGxD6G.html).
En ese mismo artículo, se dice que “…En tanto, en América del Sur el gasto aumentó un 4,1%, hasta U$S 57.000 millones, impulsado por Argentina, con un 15% de aumento (U$S 5.700 millones) y Brasil, con 6,3% (hasta U$S 29.300 millones)”
Contrariamente, según el diario Tiempo Argentino en un artículo de Gustavo Sarmiento del 16 de Octubre de 2017 “…Un estudio realizado por el CyTA sostiene que la fracción del presupuesto nacional destinada a ciencia y técnica está en caída libre: en el presupuesto aprobado en 2014 esta fracción fue del 1,48% y luego llegó al 1,53% en 2015. Tras la asunción del presidente Macri, bajó a 1,39% en 2016 y hoy el gobierno propone reducirla al 1,22%. El peso de la ciencia en la inversión del estado nacional se redujo más de un 20%, en parte por destinarle menos fondos al sector, pero también por el aumento sustancial del pago de intereses de la deuda externa…” (ver https://www.tiempoar.com.ar/nota/presupuesto-2018-mas-recortes-en-ciencia-y-educacion) Un tanque de guerra ruso moderno –el mas avanzado- cuesta U$S 3,8 millones; uno norteamericano, U$S 8,5 millones; uno francés, € 11,7 millones; uno español /alemán, € 11 millones. Entre los aviones de guerra mas modernos, el Eurofighter Typhoon alemán cuesta U$S 85 millones; el Chengdu chino, U$S 40 millones; el F-16 Fighting Falcon norteamericano U$S 40 millones; el Sujoi ruso, U$S 50 millones.
En el mercado negro europeo, un fusil de asalto AK47 cuesta entre €800-1000 o U$S 1500 -2000 y en el mercado legal de EEUU, su similar AR 15, U$S 500.
El costo del equipo básico que llevan los soldados en Irak y Afganistán (casco, rifles, chaleco antibalas, uniformes, guantes, radio, protectores, etc.) se triplicó desde 1999 para ascender a los US$ 25.000. Los salarios y el entrenamiento de las tropas han aumentando en un 60% para llegar a un costo total de casi US$ 120.000 al año por soldado, desde los US$ 75.000 en 2001 (ver http://meristation.as.com/zonaforo/topic/688538)
Según datos del Banco Mundial, el gasto militar argentino sufrió la siguiente evolución: del 3,5% del PBI en 1979 (plena dictadura cívico – militar), pasó al 2,16% en 1984 (inicio de la recuperación institucional) hasta llegar al 0,76% en 2008 (el menor en el período 1960-2017) y ascender al 0,89% en 2017 (ver https://datos.bancomundial.org/indicador/MS.MIL.XPND.GD.ZS?locations=AR)
En La Pampa, un Hospital de Alta Complejidad en Santa Rosa costará $ 635 millones (unos U$S 21.000.000) –ver https://radiodon.com.ar/eduardo-castex/item/14793-hospital-de-alta-complejidad
-en-santa-rosa-la-obra-costara-635-millones-y-estara-para-2019.html-; por su parte, San Luis planea construir un gran hospital de alta complejidad que estará enclavado en las afueras de la capital provincial, tendrá más de 400 camas y demandará una inversión de $ 3.000 millones (unos U$S 100 millones) -ver https://www.mdzol.com/nota/748802-san-luis-planea-construir-un-gran-hospital-de-alta-complejidad/- . Si comparamos, con lo que cuestan 3 tanques de guerra norteamericanos de última generación –potentes armas de muerte- en La Pampa se hace un hospital de alta complejidad o con 2 aviones rusos se levanta otro en San Luis.
En 2015, edificar una escuela en la CABA (verhttps://www.lanueva.com/nota/2015-7-7-11-54-0-el-balotaje-costara-57-millones-cuando-hacer-una-escuela-sale-unos-25-millones) costaba unos $30 millones (aprox. U$S 2.500.000 de la época); conclusión: con 1 tanque ruso, puede edificarse casi 1 escuela y media con un avión de combate chino, 16 escuelas. En Santa Fe, el plan arquitectónico de una nueva escuela de nivel primario cuenta con una superficie cubierta de 1.396 metros cuadrados, en los que se desarrollarán los siguientes espacios: hall de ingreso principal y otro secundario, siete aulas comunes, un taller, una sala de recursos multimediales, salón de usos múltiples con depósito y cantina, área administrativa (dirección, vicedirección, office, sala de reuniones, sala de espera, toilette), sanitarios, playón deportivo y patio común tenía en 2017 un presupuesto de $33000000 (U$S 1.900.000 aprox.), lo que significa que con 1 tanque ruso se podrían hacer 2 escuelas o 45 con un avión alemán.
“EEUU gasta unos US$183.000 dólares por minuto en la guerra de Irak o lo que es lo mismo, US$11 millones por hora, lo que asciende a unos US$264 millones diarios que salen de los bolsillos de los estadounidenses para financiar un conflicto que está por cumplir 4 años” decía en 2007 la periodista de BBC Mariana Martínez en el artículo “EE.UU., Bush y la guerra” (ver http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/business/barometro_economico/newsid_6355000/6355697.stm).
“Cada año se gastan en el mundo cerca de un millón de millones de dólares en armamentos de todo tipo, tanto convencionales como nucleares. Esto quiere decir que en cada minuto que pasa se invierten casi U$S 2000000 en la industria de la guerra. Dividiendo el total del gasto bélico por la población mundial actual, nos corresponden unos 200 dólares a cada uno, por año. La cifra mundial de gastos bélicos aumenta aproximadamente en 3% cada año, porcentaje mucho mayor que el aumento de la población y que el crecimiento económico para el mismo periodo.” Extraído de “IX. EL COSTO DE LA CARRERA ARMAMENTISTA; en Armas y explosiones nucleares: la Humanidad en peligro” manifiesta la física experimental chilena María Ester Brandan (ver
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen2/ciencia3/061/html/armas.html)

“…Dos mil comerían por un año con lo que cuesta un minuto militar…”
canta León Gieco en “Todo esta guardado en la MEMORIA»
Sin palabras.

POR UNA CULTURA DE LA PAZ
Desde la llegada de la gestión Macri a la presidencia de la Nación se ha venido trabajando en un proyecto de reivindicación de las FFAA, especialmente en el nefasto período del terrorismo de estado implementado por la dictadura cívico – militar – eclesiástica 1976/83.
El abandono de la política de los juicios a los genocidas, la permisividad y liviandad de muchas sentencias, la falta de control sobre los detenidos con “cárcel domiciliaria”, los desfiles y las últimas disposiciones gubernamentales en las que se habilita su participación en la represión interna bajo distintas excusas (narcotráfico), el control de la población civil mediante la exhibición en lugares públicos de despliegue policíaco con armas y vehículos pesados, la exaltación de la “doctrina Chocobar” (versión s. XXI del “gatillo fácil”), la presencia ostensible de Gendarmería y otras fuerzas de seguridad nacionales en las calles y su intervención violenta en la coerción de muchos conflictos sociales, las realización de actos de amedrentamiento públicos (ingreso sin orden judicial a universidades, detención de alumnos en escuelas secundarias) son ejemplos demostrativos de una creciente militarización de la sociedad argentina.
Es la aplicación remozada del Consenso de Washington (1989) y los Documentos de Santa Fe (EEUU – década del ´80), los que promovían reformas económicas neoliberales que facilitasen la inversión estadounidense nuestros países, se instaba a debilitar a las economías y a las empresas locales, usar la lucha contra el narcotráfico para fortalecer la presencia militar estadounidense y financiar a grupos paramilitares.
Lo cierto es que nos encontramos ante un aumento de la militarización mundial por parte de las políticas estatales: gasto y presupuesto militar, comercio de armas, reanudación del servicio militar obligatorio, militarización de fronteras y proceso de securitización de problemáticas sociales que pasan a ser tratadas como amenazas para la seguridad del Estado, legalización de la intervención de las FFAA en los conflictos internos cumpliendo papeles policiales. En lugar de avanzar en políticas de cooperación, de amistad, de solidaridad y seguridad humanas, la militarización de las sociedades -como le es propio- invade todos los sectores sociales.
Es evidente el interés manifiesto de las Fuerzas Armadas y de sus mandantes para mejorar su imagen de cara a la sociedad y pretenden diluir y normalizar un debate que sobrepasa la polémica de su presencia en las calles. Lo que también se debe cuestionar e impugnar es su presencia en espacios públicos (educativos, ferias, exposiciones), el papel de la guerra, de la violencia y del uso de la fuerza en nuestra sociedad. El mensaje de la presencia de las Fuerzas Armadas es el de legitimar y normalizar la guerra y la violencia en el escenario global como una herramienta política, cosa que nada tiene que ver con los valores de convivencia, encuentro, solidaridad que nuestra sociedad dice defender.
En un primer aspecto, la cuestión de la paz implica directamente la sobrevivencia de la Humanidad misma. Las “pequeñas guerras” locales -pequeñas para un observador lejano; terribles e inconmensurables para las víctimas)- que se despliegan (Siria, Yemen, Irak, Israel-Palestina, Afganistán, centro de África), así como la zonas de tensión (Coreas, Mar del Japón, frontera Rusia – Ucrania, frontera Venezuela – Colombia), las migraciones de miles de personas a causa de las guerras o del hambre y la miseria (el Mediterráneo), el terrorismo internacional (bloqueo a Cuba, ingerencismo de las potencias en las políticas internas de países menos poderosos, integrismo islámico), las actitudes xenófobas de partidos gobernantes son muestras de la gravedad del tema. En cualquier momento, especialmente en aquellos lugares mas sensibles puede estallar una conflagración a escala mundial. Evidentemente, la misma ya no será sólo con los medios convencionales, sino también con el uso de armas nucleares (cosa con la que se ha amenazado).
En esto cabría la posibilidad cierta de que se cumpla ese presagio de Albert Einstein en el que alertaba que si se desataba la Tercera Guerra Mundial –la cual sería atómica-, la Cuarta Guerra Mundial se libraría con garrotes.
De allí la significación de políticas de paz, de educación para la paz y de proyectos en los que la paz y la seguridad colectivas ocupen un lugar destacado en cualquier agenda tanto gubernamental como multilateral e incluso, a nivel local e internacional, extraoficial, involucrando a instituciones de la sociedad civil, personalidades y organizaciones de todo tipo en el compromiso de sumar sus esfuerzos a esta causa, promoviendo iniciativas y/o coordinando acciones colectivas.
En otro punto, el militarismo necesita la construcción de su propio relato basado en la mitología belicista, donde es común atribuir cualidades que la sociedad considera admirables y que el militarismo acapara como propias, dotándolas de su carga simbólica y que tienen un impacto considerable en nuestra concepción del mundo. El relato militar naturaliza el uso de las armas y asume como camino de la resolución de conflicto la posible aniquilación del “otro”, transformándolo en enemigo. Pensemos solamente en cuántos espacios públicos (plazas, monumentos, instituciones, calles) llevan el nombre de ignotos militares que participaron de hechos abominables (“Conquista del Desierto”, Guerra contra el Paraguay por ejemplo) y cuántos son denominados con científicos, artistas u otros bienhechores. Pensemos cómo se convoca a participar de actos escolares a bandas militares, obviando la existencia de bandas –también oficiales- de instituciones en enseñanza de música o municipales.
Finalmente, el militarismo –con su lógica de “ordeno y mando” totalmente vertical- anula el pensamiento crítico y elimina la posibilidad de cuestionamiento cualquier modelo que lo impugne.
La creciente militarización de las sociedades implica reducción y/o liquidación de las libertades cívicas y los derechos ciudadanos o de las leyes que promueven garantías individuales, aplicación de la censura (ya sea mediante medios oficiales u oficiosos) y de la autocensura, empleo de vastos recursos en bienes estériles (armas y logística que caen rápidamente en desuso y/o obsolescencia), acción ideológica y propagandística ubicando presuntos “enemigos” (externos y/o internos) con menoscabo de los mismos, imposibilidad de llevar adelante críticas a los gobernantes bajo la argumentación “patriotera” de “traición”, vigilancia sistemática sobre la ciudadanía, espionaje. Todo ello, en su conjunto, resulta una degradación de la democracia, aun aquellas que son de “baja intensidad”, tanto institucional como real.
Para la reflexión: actualmente se destinan millonadas de dólares y de otros recursos a la gestión y ejercicio de la guerra, la violencia y el asesinato del otro, para luego ser incapaces de prepararnos para asumir sus consecuencias, como lo son las cuestiones sociales, la indigencia, el analfabetismo, la ancianidad o la niñez entre los mas humildes.
El papel de los ejércitos en el mundo requiere un debate social, así como las políticas actuales de seguridad y defensa, que actualmente están basadas en el secretismo de Estado, la securitización, el beneficio de la industria armamentística, en la construcción de enemigos, internos y externos, y en la cultura de la confrontación. Un cambio de paradigma es ahora más necesario. Probablemente no consideraríamos como valor educativo que el uso de la fuerza y la victoria proporcione el verdadero poder de la razón.
Nuestras propuestas –un pequeña gota de agua dulce en el océano- que puedan contribuir a desmilitarizar el mundo son no permitir industria de armamento en nuestros territorios, rechazar el gasto militar, las bases militares y el comercio de armas, limitar la presencia de las FFAA, impedir el servicio militar obligatorio, formación democrática de los cuadros de soldados, suboficiales y oficiales ya existentes.
Es imprescindible profundizar en la construcción de cultura de paz, de cooperación, de derechos humanos, de solidaridad, de convivencia, de la historia de la no violencia, del diálogo, la resolución y gestión de conflictos, del respeto al diferente y de comprensión del otro Las políticas educativas deben introducir y profundizar en conceptos como la seguridad humana, el antimilitarismo, políticas de paz, la objeción de conciencia ante la violencia, la resistencia no violenta y los derechos humanos.
Las instituciones deben velar para avanzar hacia un mundo cada vez más pacífico, donde se rechace el militarismo, el comercio de armas, y el gasto militar como resolución a los problemas de seguridad globales y aportar claramente por la seguridad humana, la reducción del gasto militar, la recepción de las personas refugiadas y migrantes y la aplicación efectiva de los derechos humanos a toda la población.
La sociedad civil tiene todo un recorrido histórico de paz y antimilitarismo. A pesar de los grandes retos globales de seguridad, el terrorismo transnacional y los conflictos actuales, no hay que desfallecer en el compromiso antimilitarista como apuesta transformadora de la sociedad y del mundo. Por ello es necesario, por un lado, continuar movilizándose para manifestar rechazo a todos los espacios donde el militarismo pueda estar presente, y por otro, presionar a las administraciones para que aprueben mociones en este sentido.
Es deseable que los partidos políticos avancen en los sus programas políticos hacia la cultura de paz y la desmilitarización efectiva en la sociedad y en las políticas de seguridad, asesorando con todas las entidades y organismos que tienen experiencia en la construcción y fomento de la paz.
La paz no es un momento idílico ni debe corresponderse con ninguna imagen bucólica de personas reposando en el jardín; tampoco es la de un grupo de niños de distintas etnias tomados de la mano y cantando en un ronda. Menos aun, algo divino, que caerá como el maná del cielo y todos nos haremos buenos, comprensivos, respetuosos.
Por el contrario, la paz implica debates, discusiones,
contradicciones, discordancias e incluso confrontación. La paz es un hacer constante –y hasta peligroso- en el cual el arribar a consensos y acuerdos no significa –de ninguna manera- sumisión o aceptación a “libro cerrado” de alguna serie imposiciones mediante la fuerza de una serie de medidas severísimas, en las que no se tiene para nada en cuenta la opinión de nadie (salvo la del poder) y la capacidad de cumplirlas.
La paz exige derrotar a los mercaderes de la muerte y del terror. Como bien dice “La canción del elegido”, que cantaba Daniel Viglietti allá por los ´70: “…Supo la historia de un golpe, / sintió en su cabeza / cristales molidos / y comprendió que la guerra / era la paz del futuro: / lo más terrible se aprende enseguida / y lo hermoso nos cuesta la vida…”
La paz es una relación humana concreta que nada tiene de metafísico. Por el contrario, el logro de la paz es una cuestión alta y eminentemente política. Depende del quehacer concreto de las sociedades, los sistemas políticos y la responsabilidad de seres humanos.
Hemos condenado siempre las guerras entre los pueblos como algo bárbaro y feroz. Pero –siguiendo las reflexiones de V.I. Lenin en “EL SOCIALISMO Y LA GUERRA (La actitud del P.O.S.D.R. ante la guerra)”, escrito en julio-agosto 1915 /ver www.marxists.org/espanol/lenin/obras /1910s /1915sogu.htm/-, nuestra actitud ante la guerra debe ser diferente a la que tiene el pacifismo, promotor de una paz en abstracto. La paz debe alcanzarse en un lugar y en un momento concreto, ya que existe un vínculo muy estrecho que une la guerra con la lucha de clases; es imposible eliminar las guerras sin suprimir antes las clases y sin instaurar sociedades justas, libres, democráticas que reconozcan y materialicen los derechos individuales y colectivos.
Llamamos a una paz acompañada de una convocatoria a un humanismo real y definido que comprenda que sin transformaciones sociales profundas, ese logro es ilusorio y, en el mejor de los casos, se trataría de una tregua entre guerra y guerra.
La paz será una exigencia de las mayorías populares para poder desenvolverse, desarrollarse, crecer y crear democráticamente. La paz será el mandato con el que esas mayorías construirán una sociedad justa, soberana, equitativa, emancipada de la opresión y liberada de cualquier sujeción o coacción de los privilegiados. La paz será una fuerza descomunal que estremezca el corazón y la conciencia de millones para imponer una forma de vida reñida con las prerrogativas de unos pocos que se benefician detentando el poder político, cultural, económico de manera autoritaria –aunque se arrope como “democracia”.
Conclusiones provisorias
La paz es un derecho humano por excelencia, de primera línea. En el contexto del mundo actual, no se puede vivir en un marco de guerra permanente. Al concebirse de esta manera, la lucha por la construcción de una paz duradera, justa, democrática obliga a otros movimientos similares (por los derechos y libertades civiles, por los derechos de los migrantes, el feminismo, los ecologistas, por los derechos de las minorías) a hermanarse en esta causa.
Queda claro –y reiteramos una vez mas- que no es la paz de los cementerios. La lucha por la paz no anula la lucha por los derechos políticos, sociales, culturales, económicos, étnicos, de género o de cualquier otra clase. Los complementa. La paz nada tiene que ver con un pacifismo in abstracto que no reconoce las contradicciones existentes en las sociedades y que iguala a quienes tienen con aquellos que no tienen La lucha por un mundo en paz es una causa noble que merece toda nuestra atención.
Prof. DANIEL SILBER
 Vicepresidente del ICUF (Idisher Cultur Farband / Federación de Entidades Culturales Judías de Argentina)
 Directivo de la Asociación Cultural Israelita Argentina “I.L.Peretz” (Santa Fe)
 Ex – Director de la Escuela de Enseñanza Media para Adultos Nº 1028 “Francisco Candioti” (Santa Fe)
 Ex – Vicedirector de las Escuela de Enseñanza Secundaria Orientada Nº 389 “Julio MIgno” y Nº 391 “Agustín Zapata Gollan” (Santa Fe)  Colaborador de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, Casa de la Cultura Indoafroamericana, Asociación Cultural Ucraniana Bielorrusa “Iván Frankó”, Movimiento Territorial Liberación
 Profesor de Historia
 Licenciado en Ciencias Políticas.