01
JUN
2015

Las juntas de la victoria

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Este artículo fue escrito por la historiadora y académica norteamericana Sandra Deutsch, especialmente para el ICUF en oportunidad de conmemorarse el 70º aniversario de la victoria sobre el nazi-fascismo. Es profesora de Historia Latinoamericana de la Universidad de Texas en El Paso (UTEP).

SD ha estado en numerosas oportunidades nuestro país y Brasil, especializándose en la historia de los grupos derechistas de Argentina, Brasil y Chile, entre fines del siglo XIX y 1930; eso la llevó a interesarse por la historia de las mujeres judías en Argentina. En 2013 realizó una gira de investigación, visitando Santa Fe, Córdoba y Capital Federal entre otras ciudades.

 

LAS JUNTAS DE LA VICTORIA

 

Hace algunos años, entrevisté a mujeres para un libro sobre la historia de las mujeres judías argentinas desde 1880 hasta 1955. Cuando les preguntaba sobre lo que estaban orgullosas de haber logrado, muchas contestaban: «Yo estuve en la Junta de la Victoria.» Yo nunca había oído hablar de la Junta, ni tampoco la mayoría de mis colegas argentinos. Me interesó el grupo y comencé a estudiarlo. Este año, que marca el septuagésimo aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, brinda la oportunidad perfecta para recordar a la Junta de la Victoria, y su contribución a la victoria sobre el Eje. Pero esto no fue todo lo que hizo la Junta de la Victoria.

La invasión alemana de la Unión Soviética en junio de 1941 generó la creación de este grupo, que movilizó a un amplio espectro de las mujeres argentinas, en el estilo del Frente Popular, para enviar ayuda a los Aliados. Tomando su nombre de la famosa frase de Winston Churchill, «la V para la Victoria», la Junta de la Victoria atrajo a una cifra calculada en alrededor de 45000 mujeres en todo el país, cifra que creció y menguó durante sus principales años de actividad, es decir, de 1941 a 1943.

Sin embargo, el «grupo de la V», como se la llamaba a veces, se convirtió en la organización política más grande de mujeres antes de la elección de Juan Perón en 1946. A pesar de que la guerra al otro lado del Atlántico puede haber parecido lejana, las integrantes de la Junta de la Victoria consideraban que las afectaba de manera íntima. Derrotar al fascismo en el extranjero significaba también luchar por la democracia a nivel local, en contra de un gobierno cada vez más dictatorial y en contra de los nacionalistas de extrema derecha.

Para ayudar a los Aliados, las afiliadas recolectaban ropa y alimentos, así como también lana, hilo, y telas para ser utilizadas en sus talleres. En cientos de estas localidades, las mujeres confeccionaban prendas, ropa de cama, cobijas, y vendajes, y ensamblaban estuches de primeros auxilios, mientras que otras recogían materiales y cocían o tejían en casa. Solicitaban dinero vendiendo revistas, flores, e insignias en la calle, o yendo de casa a casa, y de chacra a chacra. También recababan fondos organizando eventos de beneficio como festivales culturales en los barrios y pueblos, y espectáculos en los grandes teatros urbanos. Las colonas tejían a la luz de lámparas de keroseno y abastecían a los talleres del grupo con lana de sus ovejas. Gracias a tales esfuerzos, la Junta enviaba grandes cantidades de ayuda, en particular a la Unión Soviética y en segundo lugar a Gran Bretaña. Aunque estos esfuerzos eran considerados típicamente “femeninos,” constituían acciones políticas.

La Junta de la Victoria atrajo a diversos tipos de mujeres. Venían de diferentes orígenes políticos (y no políticos), aunque las comunistas desempeñaron papeles fundamentales. El grupo reclutaba a trabajadoras, empleadas de comercio, campesinas, profesionales, damas de la alta sociedad, y amas de casa de variadas clases sociales. Mujeres de distintos orígenes étnicos y nacionales se unían a la organización, al igual que las cristianas, judías, no-creyentes, e incluso espiritistas. La Junta de la Victoria ofrecía a esta amplia gama de mujeres la oportunidad de conocerse entre ellas y trabajar juntas por un objetivo común, en un momento en el cual pocos de esos espacios existían. Este pluralismo es un ingrediente esencial de la democracia, algo que la Junta de la Victoria trató de fomentar.

La Junta de la Victoria movilizaba a mujeres comunes en sus hogares, chacras y barrios, reduciendo su aislamiento y preparándolas para involucrarse en asuntos políticos. Muchas de sus lideresas favorecían el sufragio femenino y otros derechos. Las integrantes llevaron a cabo procedimientos democráticos, debatían cuestiones cívicas, y daban discursos en reuniones locales y en convenciones nacionales. La Junta de la Victoria trató de ampliar y fortalecer la democracia mediante la incorporación de las mujeres y el modelado de las prácticas democráticas en medio del fraude electoral y la amenaza  nacionalista.

El punto de vista de la Junta de la Victoria sobre la democracia tenía ciertas limitaciones. Influída por las estrategias del Frente Popular y de la Unión Sovietica, su prioridad era una victoria democrática sobre el Eje, lo cual crearía un mundo libre que haría posible el cambio social. Tal vez sólo la adhesion a una democracia de tipo formal, en lugar de un concepto más amplio que consideraba las necesidades básicas de la población, podía unir a mujeres de diferentes clases. La falta de atención que se prestaba a los derechos socio-económicos limitaba el concepto de democracia de la Junta y debilitó al grupo.

La dictadura militar clausuró los movimientos anti-fascistas en 1943, y cuando la Junta de la Victoria reabrió sus puertas en 1945, se enfocó más atención sobre esos derechos. Sin embargo, el grupo se desvaneció después de que terminó la guerra, lo cual eliminó su meta principal, y por otro lado, la elección de Perón en 1946 demostró que la mayoría de los votantes masculinos preferían la democracia socioeconómica de  éste a la democracia política de la Junta.

Aún así, la Junta de la Victoria dejó un legado importante. Con su capacidad organizativa, su talento para la publicidad, y su presencia en las grandes ciudades y pueblos pequeños por igual, popularizó el anti-fascismo. Movilizó a miles de mujeres, insertándolas en la arena política, y las colocó en una cadena de solidaridad que unía a los rincones más remotos de la Argentina con los combatientes al otro lado del océano. Al publicitar sus creencias y prácticas democráticas, sus integrantes desafiaron a fascistas locales y al gobierno autoritario. Otros hombres y mujeres anti-fascistas también enviaban mercancías a los Aliados y adoptaron el símbolo de la «V». Sin embargo, para muchos argentinos, la Junta de la Victoria encarnaba la «V para la Victoria» y los ideales que representaba.  Por estas razones no debería jamás ser olvidada.

 

 

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La profesora Sandra Deutsch en la Universidad Nacional del Litoral

 

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Logo de la Union de Mujeres Argentinas, que naciera en 1947 con muchas de las mujeres