02
DIC
2014

UNA TAREA INCONCLUSA

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El 29 de noviembre se cumplieron 67 años desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la partición del territorio bajo el Mandato Británico en Palestina en dos estados nacionales, uno judío y otro árabe, mediante la Resolución Nº 181.

 

En el mundo se vivía un proceso profundo y muy dinámico de descolonización e independencia como los de India – Pakistán, Indonesia, China, Líbano, Siria, Vietnam que se sacuden el yugo del viejo colonialismo, el que no puede sostener sus políticas eurocéntricas.

 

A Inglaterra no   convenía hacerse cargo de afrontar la circunstancia de la convivencia entre judíos y árabes, pero aspiraba a conservar posiciones dominantes en la región. El Mandato Británico se dirige entonces a las autoridades de la ONU informándoles que unilateralmente renunciaba a seguir gobernando el territorio que le había asignado como Mandato por la Sociedad de las Naciones al concluir la Primera Guerra Mundial y que sus fuerzas se retirarían del mismo en las primeras horas del 15 de mayo de 1948. Por eso fue que solicitó a las Naciones Unidas resolver la situación, la que dio origen a la Resolución Nº 181.

 

Ésta aprobó –en votación dividida- partir Palestina en dos estados independientes, uno árabe y otro judío además de la creación de una zona internacional en Jerusalén bajo control de UN. El nuevo estado judío tendría el 55% del territorio –aunque discontinuo e integrado en gran parte por el desierto del Neguev-, y el árabe el resto, a excepción de Jerusalén, que sería internacionalizada. Esta resolución fue aceptada por los dirigentes judíos, pero rechazada por las organizaciones paramilitares sionistas y por los árabes en su conjunto.

 

En la tarde del 14 de mayo se proclamó la independencia de Israel (poco antes que venciera el Mandato británico), la que fue reconocida rápidamente por EEUU, URSS y muchos otros países. Ese mismo día tropas de los reinos de Transjordania, Irak (ambos gobernados por distintas ramas de la dinastía Hachemita), Egipto (gobernada por el rey Faruk), del Líbano (bajo la presidencia del maronita Bishara al-Khoury) y de Siria (gobernada por el nacionalista Shukri al-Kuwatli) –todos bajo la influencia británica-, más el apoyo de “voluntarios” yemenitas, sauditas y libios invadieron en naciente estado de Israel, dando inicio a la primera guerra árabe – israelí que se extendió hasta 1949.

 

 La URSS fue, en esa coyuntura, la única potencia que apoyó decididamente el mantenimiento firme del plan aprobado, oponiéndose a la marcha atrás de Estados Unidos en aquellos meses que transcurrieron entre la resolución de la ONU y el final del mandato británico.

 

La Resolución Nº 181 fue producto del trabajo de un Comité Especial, integrado por diversos países entre los que no se encontraban las grandes potencias a fin de asegurar la imparcialidad. Este Comité presentó sus conclusiones en agosto de 1947 y en noviembre se llevó a debate y votación.  Luego del debate, la propuesta obtuvo el apoyo de 33 países (Australia, Bélgica, Bielorrusia, Bolivia, Brasil, Canadá, Checoslovaquia, Costa Rica, Dinamarca, República Dominicana, Ecuador, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Guatemala, Haití, Holanda, Islandia, Liberia, Luxemburgo, Nueva Zelandia, Nicaragua, Noruega, Panamá, Paraguay, Perú, Polonia, Suecia, Sudáfrica, URSS, Ucrania, Uruguay y Venezuela), el rechazo de 13 países (Afganistán, Arabia Saudí, Cuba, Egipto, Grecia, India, Irán, Irak, Líbano, Pakistán, Siria, Turquía y Yemen), la abstención de 10 países (Argentina, Colombia, Chile, China, El Salvador, Etiopía, Honduras, México, Reino Unido y Yugoslavia) y la ausencia de Tailandia.

 

A principios de 1948 los ingleses abandonaron el mandato y retiraron sus tropas, lo que aumentó la tensión entre árabes y judíos. Sin embargo, ese retiro no significó que Gran Bretaña abandonara el conflicto: de manera mas o menos oculta apoyó a las monarquías absolutistas y demás países árabes, ya que así pretendía mantener sus posiciones dominantes en la región por temas como el petróleo, los oleoductos o las comunicaciones con la India y/o Extremo Oriente. Sir John Bagot Glubb (comandante inglés) dirigió la Legión Árabe, integrada al ejercito jordano –el mejor de todos de los países árabes de entonces- y participó activamente en la guerra de 1948, especialmente en la actual Cisjordania en las batallas de Kfar Etzion, Jerusalén y Latrún; luego quedó a cargo de la defensa de Cisjordania tras el armisticio de 1949 y continuó al frente de la Legión Árabe hasta 1956.

 

Con anterioridad, la política británica había sido la de reducir la entrada de judíos a Palestina, cosa motivada porque para enfrentar el fascismo, por una parte, necesitaba que los países mesorientales fueran sus aliados o, por lo menos, neutrales (ya que había sectores árabes francamente pro-nazis, como el Muftí de Jerusalén) y por otra, necesitaba mantener la calma en el interior de Palestina después de los trágicos acontecimientos  de 1936-39. Dentro de ese marco, en 1939 entró en vigor el Libro Blanco que establecía la limitación de la inmigración.

 

La partición de Palestina, mas allá de la voluntad de cada uno de los actores generó una doble situación a la cual no encontramos aun una calificación que la conceptúe en su totalidad.   Por un lado, saludamos la creación del Estado de Israel, una reivindicación del pueblo judío (tener un Estado), especialmente luego de las masacres perpetradas por los nazis durante la 2ª Guerra Mundial y la larga, sórdida y macabra historia del antisemitismo (persecuciones, conversiones forzadas, rechazos, expatriaciones, destierros, saqueos, discriminaciones, asesinatos en masa, pogroms…) , el cual fue tomando distintas facetas a lo largo de su desarrollo, desde la judeofobia, el antijudaísmo hasta llegar al antisemitismo moderno, expresado con ferocidad cabal por el hitlerismo.

 

Pero por otro lado generó la Nakba (“catástrofe”) para el pueblo árabe residente en la zona, pueblo que  luego  fue   adquiriendo   los   elementos  de   la   nacionalidad   hasta   llegar  a  esa  nueva categoría que los transformó en palestinos; la expulsión de su tierra –una emigración forzosa en muchos casos y en otras alentada por la jerarquía terrateniente árabe- y el posterior confinamiento a campos de refugiados sin infraestructura alguna y/o rechazo aun dentro de los otros países árabes, los ha condenado a un sufrimiento sin igual, indigno de cualquier ser humano y que se prolonga en el tiempo.

 

 

De allí lo ambiguo de los sentimientos. Ambos pueblos (israelíes y palestinos / palestinos e israelíes)  -como tanto otros, caso los kurdos- merecen vivir en paz y con un futuro cierto y digno. Por eso la potente vigencia de esa idea fuerza que reivindicamos desde 1947: Dos Pueblos = Dos Estados libres, autónomos, seguros, democráticos, soberanos con los límites fijados por la “Línea Verde” anterior al conflicto de 1967.   El  desmantelamiento de las colonias, el fin de la ocupación en Cisjordania, terminar con el trato colonialista, liberación de los presos políticos, acabar con los atentados son algunos pasos a dar de manera inexcusable. En esa orientación, alcanzar una paz estable, duradera, justa y digna es primordial.

 

En la actualidad, solo la paz es revolucionaria en esa castigada región, una paz que no sea el silencio de los cementerios ni el tronar de bombas o metralla, sino el bullicioso andar de los pueblos, una paz que respete y considere los derechos de todos, especialmente a labrar(se) un porvenir. 

Sr. Marcelo Horestein | Secretario
Prof. Daniel Silber | Presidente